La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, regresó a Guadalajara después de una década de su última presencia en la capital de Jalisco.
La autora de obras como “Americanah” (2013) y “Todos deberíamos ser feministas” (2014), cumplió la ilusión de cientos de personas que la visitaron en el fin de semana de cierre de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, cuando se esperaba que el encuentro con la celebrada y –no es una exageración decir– querida autora fuera durante el fin de semana del arranque, sin embargo, el viaje de Chimamanda se pospuso dadas algunas complicaciones de salud de la autora.
Pero la historia de la anticipada visita no terminó allí, sino que se retomó una semana después, con rotundo éxito a través de la charla “La verdad de las historias”, con la que que Chimamanda Ngozi Adichie se pronunció sobre las tensiones por la postura del actual gobierno estadounidense con homólogos de todo el mundo, pero particularmente con su país vecino del sur, México.
“Hace algunos años, visité México, desde los Estados Unidos. El clima político de entonces ya era tenso, había debates sobre la inmigración y, como suele suceder en Estados Unidos, la inmigración se fue convirtiendo en sinónimo de mexicanos”, declaró Chimamanda de inicio frente a un repleto Auditorio Juan Rulfo, el espacio más grande de la feria, y continuó:
“Recuerdo que salí a caminar por Guadalajara el primer día que estuve aquí, admirando la arquitectura, observando a la gente en el mercado, a quienes iban para el trabajo; veía personas fumando, riendo. Recuerdo que primero sentí una ligera sorpresa, pero después me sentí sobrecogida y avergonzada. Me di cuenta de que mi mente estaba totalmente inmersa en la cobertura mediática sobre México, que (ésa y el prejuicio sobre la identidad de lo mexicano) se habían vuelto una misma cosa en mi mente: el inmigrante abyecto. Me había creído toda esa historia sobre los mexicanos, y no podía dejar de sentirme avergonzada de mí misma”.
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Chimamanda Ngozi Adichie, escritora nigeriana.
No obstante, acto seguido, Ngozi Adichie agradeció a la ciudad de Guadalajara “por enseñarme algo acerca de mi propia historia personal”. Lo dijo a la vez que despertó una tremenda ovación por parte del público presente, y entonces remató:
“Sí, estaba avergonzada de mí misma, pero al mismo tiempo pensaba que estar avergonzada también puede ser una oportunidad para el cambio. Y fue un momento de mucho aprendizaje para mí porque, como nigeriana, como africana, he estado muy acostumbrada a hablar sobre las historias únicas (para referirse a una especie de prejuicio) que otras personas tienen sobre África, y vaya que hay muchas: sobre la pobreza, la violencia. Cuando dejé Nigeria y me mudé a Estados Unidos, la gente me preguntó cosas que realmente me impactaron por su ignorancia o por su estrechez de mente. Pero fue necesario para mí venir a México para darme cuenta de que también tengo relatos acotados de muchas regiones y creo que es necesario que todos nosotros, de manera colectiva, seamos un poco más introspectivos”.
Después de todo, señaló, “ser crítico con las acciones y decisiones de las demás personas, es igual de importante que mirar hacia adentro y pensar en lo que nosotros también hacemos”.
Más adelante, para cerrar su discurso, la celebrada autora dijo: “recientemente leí sobre algunas personas que habían viajado al espacio, y debo decir que no soy fan del turismo espacial, pero esto me impactó. Es decir, creo que deberíamos enfocarnos en nuestro mundo y resolver los problemas aquí antes de empezar a viajar al espacio”.
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Ngozi Adichie, escritora nigeriana.
No obstante, añadió: “me conmovió que algunas personas que habían estado en el espacio exterior escribieron sobre la dispersión de la luz sobre la superficie de la tierra por la noche. Esto me hizo pensar en un poema de una poeta estadounidense, Alicia Ostriker. Ella nació en Brooklyn en 1937.
“Me gustaría citar una pequeña sección del poema, se llama ‘August Morning, Upper Broadway’: ‘Digamos que esta escena es una ventana mirando/ no a un paraíso, sino hacia el paraíso / que debería ser, si tuviéramos ojos para ver’. Y aunque no apoyo el turismo espacial, y personalmente nunca iría si me lo ofrecieran, pienso que hay algo casi trascendental y humillante en recordarnos que conocemos tan poco sobre nuestra propia existencia. Pero que, sin embargo, aquí, en la Tierra, en esta dispersión de la luz, con el abrazo de la literatura, en el reconocimiento de múltiples historias, podemos permanecer juntos avanzando a través de las penas, imperfectos, intentando, luchando, pero siempre juntos”.


