¿Cómo te ves al fin del año?

Mi querido viejo: tú has compartido conmigo estos textos por más de 30 años, hoy quiero compartir algo de gran significado para mí: cerré mi consultorio.

Después de más de 60 años de atender a mis pacientes, escucharlos, operarlos, y verlos alegres continuar su camino, cerré definitivamente el consultorio que –ya retirado–, usaba ocasionalmente. Recogí lo que había de recuerdos, trofeos, estatuas, libros, etcétera, y cerré definitivamente, con lo que se termina una etapa de mi vida, maravillosa por muchos motivos.

Pero ahora, querido viejo, no pienso en “no hacer nada”, lo que sería muy triste; libre como el viento, mi vida sigue y estoy seguro que seguiré disfrutando la vida con Alicia, con mis hijos y nietos, con mis amigos, me seguiré reuniendo por Zoom con mis compañeros de primaria, continuaré mis participaciones en la plataforma Quiero Saber Salud, y seguiré leyendo todos los libros que pueda, seguiré cuidando mi salud, salud de viejo, y seguiré escribiendo en Excélsior para ti, todo lo cual será un gran placer.

Porque no podemos negar que, al llegar este momento, algunos queridos viejos se sienten tristes y deprimidos, y eso no es bueno nunca, menos en los años viejos; los psicólogos saben que la depresión de fin de año puede surgir en los jóvenes, pero es más frecuente en nosotros, los que llevamos muchos calendarios a la espalda.  

Yo no soy psicólogo, pero, como amigo, quiero copiar unos consejos que leí del gran escritor Pablo Neruda, que son válidos para mí y pueden ser válidos para todos.

Los años que me faltan

“Nunca lo había pensado así, hasta que una mañana, con el café humeando, entendí que los años que tengo… ya no los tengo. 

Sí, suena raro, pero es la verdad. Esos años que digo tener ya se fueron, se quedaron en fotografías, en carcajadas viejas, en amores que ya no duelen, en ropa que ya no me queda y en sueños que mudaron de forma. 

Los verdaderos años que tengo son los que me faltan por vivir, los que aún no me han visto reír a carcajadas, los que todavía me guardan un abrazo, una charla bajo la luna o un brindis inesperado. 

A esta edad uno entiende que el tiempo ya no se mide en velitas ni en arrugas nuevas, sino en momentos que valen la pena, en risas que se quedan y silencios que no pesan. 

Los años que me faltan quiero gastarlos lento, sin prisas, con la calma de quien ya no necesita demostrar nada. 

Ya no me preocupa si el reloj corre o si la vida cambia de planes. Que corra, que cambie, que me sorprenda. 

Lo único que quiero es que los años que me quedan sean míos, realmente míos… vividos con el alma abierta, el corazón en paz y la certeza de que todo lo que fui, con errores y aciertos, me trajo hasta aquí. 

Y aquí estoy: tomando café, viendo pasar la vida por la ventana, agradeciendo los años que ya no tengo… y abrazando con amor los que me faltan por vivir”. 

Y tú, querido viejo: ¿cómo vas a gastar los años que te faltan por vivir?; ésta es una buenísima pregunta que puedes responder después de revisar los años que viviste, tus alegrías, tus batallas, tus triunfos, tus fracasos; revive todos los momentos hermosos que transformaron tu vida al lado de la persona amada, la alegría de la llegada de los hijos, los recuerdos de esos pequeños viajes que fueron inolvidables, y tantas y tantas cosas más”.  

Y después de todo eso, como Neruda, espero que decidas que los años que te quedan por vivir sean realmente tuyos, y que los disfrutes a plenitud; ciertamente, la salud es importante y tienes que conocer tu cuerpo, cuidarlo y curarlo con ayuda del mejor médico amigo.  

Y que la vida siga, que llegue Navidad y el Año Nuevo, y que aquí nos volvamos a ver con la sonrisa en los labios y la alegría en el corazón.

*Médico y escritor