En la temporada pasada, Paris Saint-Germain despertó en el ambiente del fútbol sensaciones y un reconocimiento que no tenía antecedentes desde el Barcelona 2008-12, aquella obra que Pep Guardiola trasladó de su mente a la cancha con intérpretes del calibre de Messi, Xavi e Iniesta. Lo que fue un deslumbramiento inicial terminó marcando una época e instalando una forma de juego que intentó ser imitada por la fascinación que producía en directores técnicos, jugadores e hinchas.
El PSG de Luis Enrique atravesó el curso 2024-25, el primero desde la salida de Kylian Mbappé, con un nivel superlativo. Su estilo de presión alta, con sucesión de pases y ritmo intenso fue demoledor para la mayoría de los rivales. Sin ser una réplica, tuvo algunos trazos de aquel Barcelona. Y la mejor puesta en escena fue en el partido indicado: la final de la Champions League, con el 5-0 a Inter, reducido a la nada misma.
Llegada la hora de los premios, Paris Saint-Germain comprobó lo seductora que fue su propuesta. Hace un par de meses comenzó la recolección de trofeos con el Balón de Oro para Ousmane Dembélé y las distinciones para Gianluigi Donnarumma (mejor arquero) y Luis Enrique (entrenador). Los The Best que otorga la FIFA fueron en la misma dirección, con el agregado de que la entidad designa al 11 ideal, una formación que surge de las votaciones de un panel de expertos y de los aficionados de todo el mundo que estén registrados en fifa.com.
La alineación quedó con mayoría de jugadores de PSG: seis de los once, repartidos en las cuatro líneas. Aparecen Donnarumma, Achraf Hakimi, William Pacho, Nuno Mendes, Vitinha y Dembélé. Completan la formación Virgil Van Dijk (Liverpool), Cole Palmer (Chelsea), Pedri (Barcelona), Jude Bellingham (Real Madrid) y Lamine Yamal (Barcelona).
El 11 ideal trajo una novedad para nuestro fútbol: por primera vez no hubo un argentino. Messi tiene el récord de haber figurado consecutivamente durante 17 años, entre 2007 y 2023, cuando su salida de Europa a Inter Miami le hizo bajar un par de escalones en el nivel de consideración.
El año pasado, Emiliano Martínez fue el único representante argentino en la alineación. En 2025 llegó el vacío, compensado por otro rubro, el del premio Puskas (mejor gol), concedido a Santiago Montiel (Independiente) por su acrobática definición -mitad chilena, mitad tijera- desde fuera del área frente a Independiente Rivadavia (Mendoza). Un reconocimiento a lo que fue una solución tan espontánea como estética.
¿Pudo algún argentino haber estado en el 11 ideal? ¿La ausencia significa algo sobre el estado actual de las principales individualidades? Para abordar estas cuestiones hay que empezar a despojarse del costumbrismo que provocaba Messi de tenerlo siempre como protagonista de las más diversas premiaciones. Algo que por habitual no dejaba de ser extraordinario. Estaba claro que cuando el tiempo hiciera su trabajo de ir mermando la capacidad física y atlética de Messi, la Argentina perdería a su principal exponente individual, aunque conserva un lote de destacadísimos futbolistas, como lo prueba la selección.
El gran ensamble colectivo y la identificación con una línea de juego potenciaron a cada futbolista de PSG que fue seleccionado para el 11 ideal. Dentro del eurocentrismo que suele impregnar este tipo de elecciones, el zaguero ecuatoriano William Pacho se hizo un lugar. Fue la excepción.
Un par de argentinos pudieron hacerse un hueco en ese selecto once. Tenían méritos, aunque también es cierto que les faltó ese toque de distinción que abre puertas exclusivas. Lautaro Martínez hubiera sido un firme candidato a ocupar uno de los dos puestos del ataque si PSG no hubiese borrado a Inter de la cancha en la final de la Champions. El Toro venía cumpliendo su mejor temporada en la competencia europea, con nueve goles en 13 partidos, más una valoración acumulada por haberse transformado en capitán y referente del equipo de Milán. Un rendimiento destacado, acompañado por una cuota de eficacia, lo habría encumbrado en la que era su séptima temporada europea. Martínez lleva tiempo merodeando el reducido núcleo de los grandes goleadores europeos. Ya se hizo un nombre, al que solo le falta el brillo de un premio individual grande. Todavía está a tiempo.
¿Enzo Fernández no podría haber estado en lugar de Bellingham? Tranquilamente. Por el período de evaluación, a Enzo hay que computarle la obtención con Chelsea del primer Mundial de Clubes con 32 equipos. Y nada menos que con un 3-0 en la final frente a un desfondado PSG. Aunque el nombre de la competencia no reluzca tanto, el mediocampista argentino también conquistó la Conference League -tercera copa europea en importancia de la UEFA-, con un gol en la final contra Betis.
Fernández se consolidó como un volante integral, que cada vez cubre más terreno. Trabajó su físico al margen del entrenamiento con Chelsea para resistir los esfuerzos continuados que exige la Premier League. Recurrió al psicólogo para ir asimilando la presión que le imponía su pase en 121 millones de euros. Colabora en la recuperación y acompaña las veloces transiciones ofensivas de su equipo. Para Scaloni es indispensable. Transitó su mejor temporada desde que está en Europa y se colgó la medalla de dos títulos internacionales. Bellingham no hizo tanto, fue un poco arrastrado por el desplome de Real Madrid.
Un compañero de Enzo, el exquisito Cole Palmer, entró en el 11 inicial, teniendo un perfil que oscila entre el volante ofensivo y el delantero. Vitinha, la brújula de PSG, y Pedri, un orfebre del toque y la conducción en Barcelona, tienen su lugar bien ganado. Pero aun así, en ese medio campo había espacio para Enzo Fernández.
En algún momento, Julián Álvarez debería tener cabida en esa alineación de The Best. En la temporada pasada, todo se truncó cuando en la brumosa sala del VAR detectaron un imperceptible doble toque en la ejecución del penal en la definición ante Real Madrid por la Champions League. Queda por dilucidar si la Araña está en el equipo indicado (Atlético de Madrid) para proyectarse hacia ese 11 ideal.
Por lo demás, Mbappé, Botín de Oro (máximo goleador de las ligas europeas), quedó afuera. Lo hizo en Real Madrid, cuando ya había dejado un PSG que reventó las urnas de votación.


